GRISÁLIDAeSCOJO LA MADUREZ DE LO GRISES |
Hoy me he tropezado con una genialidad totalmente inesperada. Una frase digna de la pluma de Tolstói, Camus o Márai, tres genios de la literatura, tres pensadores, tres pacifistas atormentados. Pero permíteme que me recree un poco más antes de escribir esas once palabras que se me han clavado en la mente y en el alma desde esta mañana. Las encontré en una publicación modesta, un manual sobre comunicación de un periodista llamado Manuel Simó Tarragó, que escogí en busca de opiniones de autores católicos sobre la forma de comunicar de la Iglesia y en la Iglesia. Me alegro de que no me pasara desapercibida porque no son las páginas en las que esperas encontrarte algo así. La frase aparece en el contexto de una relación de consejos que enumera el autor para entablar diálogos sanos y fructíferos con los demás: Las ideas solo pueden morir Cuando la leí me quedé paralizado, tuve que leerla varias veces más para asegurarme de que no había trampa, porque a menudo pensamientos en apariencia bellos y profundos no aguantan un escrutinio intelectual serio. Pero esta frase no tiene artificios, es pura, bella, poética, de un simbolismo tan luminoso que dejas de leer para empezar a contemplar. Once palabras que no parecen escritas, sino trazadas con la destreza de un pintor; un artista capaz de condensar en una miniatura perfecta, poesía, diálogo y paz.
Un nuevo debate que se simplifica hasta el extremo para anular los grises, los «no estoy seguro», los «depende», los «tengo dudas». Solo blanco o negro, estás conmigo o contra mí... Y las hordas de fanáticos, borregos ideologizados, se activan en respuesta a un estímulo del chip implantado en su cerebro. El drama es que en el fondo están de acuerdo y no lo saben, porque los amos de sus mentes los necesitan asustados, furiosos, violentos, enfrentados, irreconciliables. Llegan a convencerse de que 'los otros' no son humanos, sino monstruos. Cucarachas. Al deporte-producto, el que en realidad odia Maxim, el que representa la LFP, la ACB y los medios de comunicación más sensacionalistas, no le afectará lo más mínimo lo que el ministro piense del deporte. Me preocupan más las becas a deportistas de disciplinas minoritarias, las ayudas por desplazamientos a los deportistas canarios y al deporte adaptado, por nombrar algunos. Una de las mayores pedanterías con las que suelo tropezarme es la del que suelta, orgulloso, «no tengo ni idea de deportes». No hablo de un sincero acto de modestia, sino del cultureta que presume de su incultura, sin saberlo. No negaré que a simple vista resulta chocante la elección de Maxim Huerta como ministro de Deportes. ¿El ministro del deporte odia el deporte? Es como si un ministro de igualdad fuera abiertamente homófobo o machista, ¿no les parece? Luego, leyendo sobre sus ocurrencias tuiteras, bastante contradictorias, debo admitir que ya no sé lo que piensa del deporte. Lo que sí sé es que no lo entiende. No es odio, es una simple limitación cultural. Sí, cultural, han leído bien, porque, como he dicho, el deporte es cultura. Y en buena parte no es culpa suya sino del concepto televisivo del deporte de masas, el del producto de consumo, que deduzco que es el que Huerta conoce porque es el que más abunda en España. Es como el que cree que el amor es lo que sale en las películas porno. Lo cierto es que al deporte-producto, el que en realidad odia Maxim, el que representa la LFP, la ACB y los medios de comunicación más sensacionalistas, no le afectará lo más mínimo lo que el ministro piense del deporte. Me preocupan más las becas a deportistas de disciplinas minoritarias, las ayudas por desplazamientos a los deportistas canarios y al deporte adaptado, por nombrar algunos. O, a lo mejor, y en ello confío, es una buena oportunidad para facilitar una conversión. Porque ya sabemos que los conversos suelen ser a la larga los fieles más devotos. *Ya veo venir a los querrán interpretar mis palabras como rechazo a Pedro Sánchez. Para que no pierdan el tiempo, aplaudo el gabinete que ha formado por lo que he podido leer sobre su independencia, méritos y talante. La sentencia del cineasta es un perfecto ejemplo del, próximamente aceptado por la RAE, término de 'posverdad'. No es verdad pero lo parece. Me encuentro estas palabras del director de cine Nacho Vigalondo en ‘El Español’: «Si España gana un Mundial hay una fiesta, pero si Penélope Cruz gana el Oscar se hace el silencio». Leo la entrevista entera por si hay matices, pero no. Son ese tipo de frases tuiteras y facilonas que se llevan de calle a los miles de haters que pueblan las redes sociales que se creen con la providencial misión de desinfectar España de ricos, católicos y futboleros, todos fachas. En otros casos, también vale para sus contrarios, los que persiguen a rojos y perroflautas. La sentencia del cineasta es un perfecto ejemplo del, próximamente aceptado por la RAE, término de 'posverdad'. No es verdad pero lo parece. Y como lo parece y luce bien en boca de alguien a quien se le supone profundidad intelectual, se lo compro sin pensar. Sin pensar si me estará vendiendo una moto estropeada. Y esta moto lo está. ¿A que en la frase de Vigalondo parece que España desprecia el arte y rinde culto a algo tan vulgar como el fútbol? La primera reacción es lógica: ¡inaceptable! Pero si le damos un minuto a nuestro cerebro y se lo quitamos a nuestras tripas, veremos que la comparación es tramposa. (No, no voy explicarlo. Yo ya me he tomado mi minuto, haz tú lo mismo). Haz clic aquí para editar. Un camino conduce al éxito mundano, al progreso, al prestigio, tal vez al enriquecimiento; mientras que el otro supone la renuncia a todo eso a cambio de conservar la belleza artística, la ingenuidad, la pureza, la autenticidad. Los que transitan por esos dos caminos a veces se miran desde muy lejos y ven en el otro lo que ellos no tienen, aquello a lo que han renunciado. Imagínate dos palos o garrotes formando una ‘V’. Tú estás en el vértice y cada uno de los palos representa un camino distinto. Es decir, hay dos caminos que se van alejando. Tú tienes que elegir uno de los dos. El primero de ellos lleva al progreso, que en el caso de la tradición de la lucha del garrote supone convertirla en deporte, en un arte marcial reconocido internacionalmente y la creación de una competición. El otro camino es el de la tradición, sin más aspiraciones que su conservación en estado puro, como expresión del acervo cultural canario. ¿Qué dirección tomaríamos cada uno de nosotros? Como habrás deducido, la pregunta va más allá del debate entre los defensores de la Lucha del Garrote y los del Juego del Palo. Un camino conduce al éxito mundano, al progreso, al prestigio, tal vez al enriquecimiento; mientras que el otro supone la renuncia a todo eso a cambio de conservar la belleza artística, la ingenuidad, la pureza, la autenticidad. Los que transitan por esos dos caminos a veces se miran desde muy lejos y ven en el otro lo que ellos no tienen, aquello a lo que han renunciado. Dependiendo del momento que estén viviendo, de lo satisfechos o frustrados que se sientan consigo mismos y con sus vidas, así reaccionarán con envidia o con admiración, que si lo piensas bien, son las dos caras del mismo sentimiento. Así que, la pregunta es, ¿te identificas con los que defienden la lucha del garrote o con los que prefieren el juego del palo? Y, tan importante como esa pregunta es esta otra: ¿Necesitas que fracasen los que eligen una opción distinta a la tuya o eres capaz de disfrutar de tu elección, aceptando, incluso admirando, el camino escogido por los demás? La pieza logra en el espectador un efecto que me encanta en el trabajo periodístico: el de hacer pensar y obligar a tomar partido. Nada más acabar de verla sientes la necesidad de decidir si eres de los unos o de los otros En la pieza que emitimos ayer sobre la lucha del garrote y el juego del palo con motivo del Día de Canarias, Luis Muro enfrentó con elegancia y rigor las dos formas de entender la misma tradición. Dos caminos que, probablemente, ya nunca vuelvan a encontrarse. Básicamente, los defensores de la lucha consideran que su futuro está en la competición deportiva. Los que prefieren llamarlo juego apuestan por conservar la tradición a través de la cultura popular, que pasa de generación en generación. El vídeo es claro, conciso y respetuoso, con argumentos precisos de ambas posturas. No descarto que especialistas en la materia, entre los que no figuro, echen de menos matices que se nos escapen. Pero también ellos deben entender que se trata de un trabajo de divulgación que requiere de un trazo algo más grueso que el que los expertos usarían. La pieza logra en el espectador un efecto que me encanta en el trabajo periodístico: el de hacer pensar y obligar a tomar partido. Nada más acabar de verla sientes la necesidad de decidir si eres de los unos o de los otros, y eso te invita a reflexionar sobre cultura, tradición y deporte, sobre lo que estarías dispuesto a sacrificar por conservarlo o si te arriesgarías a que acabe teniendo una presencia testimonial en las fiestas populares. Algo, por cierto, perfectamente extrapolable a casi todos los ámbitos de nuestra vida en estos tiempos de cambios vertiginosos, en los que lo que valía para hace solo media generación, ahora es cuestionado de raíz. Tiempos en los que la capacidad de adaptación es considerada como la mejor virtud para sobrevivir, frente a los que no están dispuestos a renunciar a valores que consideran superiores al del ‘progreso’ indiscriminado. Y tú, ¿de qué lado estás? La actuación del drag ganador de la gala del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria debería incomodar a todos aquellos que estén en contra de la pena de muerte. A quienes ofendería que se utilizase en el espectáculo, por ejemplo, una cámara de gas.La crucifixión es una ejecución. Explican los científicos que era una muerte horrible. Se practicó en el imperio romano y en otras culturas colindantes. En los años 90, en Sudán, fueron ejecutados cristianos por el método de la crucifixión. Muchos se sorprenderán al saber que aún existen países en los que no se ha abolido, y, por supuesto, no solo se practica contra los cristianos. Jesús fue un hombre al que dos religiones veneran. Los musulmanes lo consideran un profeta y los católicos creen que es Dios mismo. Incluso algunos judíos lo tienen por un sabio rabino, aunque la mayoría lo consideran un hereje. Los cristianos fueron una secta que se separó del judaísmo y fue perseguida en el imperio romano. Una minoría pacífica, pobre y perseguida. Al hombre al que llamaban Jesús era a quien seguían. Sus enseñanzas, para ser más exactos. Muchos de ellos fueron martirizados y crucificados por esa causa. Así, pues, la actuación de Sethlas, ganador de la Gala Drag del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria, debería incomodar a todos aquellos que estén en contra de la pena de muerte. A quienes ofendería que se utilizase en el espectáculo, por ejemplo, una cámara de gas. Te propongo este ejercicio intelectual: piensa en algún personaje histórico al que admires, que haya sufrido persecución, maltrato y la ejecución o asesinato, al que no te gustaría ver parodiado durante su cruel muerte. Si, sinceramente, no hay ninguno para ti, no tengo nada más que decir. Viajamos en órbitas distintas. Aclaro que solo he visto la actuación del ganador. Lee bien antes de comentar. No he mencionado a la Iglesia. Y si tienes la tentación de escribir una retahíla de cosas que te escandalizan más que la de ayer, como la pederastia en la Iglesia o la corrupción política, no te molestes, estamos de acuerdo. Y para acabar de situar el debate en sus justos términos, no, no creo que se deba ni censurar, ni denunciar ante el fiscal. Acabo de llegar de «El lugar más feliz del mundo», de David Jiménez. Ha sido un viaje extraño, ajetreado, por momentos incómodo, cuando no doloroso. Pero ahora, de vuelta «a casa», puedo decir que me siento bien y que ha merecido la pena. Definitivamente, recomiendo la experiencia. Estoy leyendo el nuevo libro del periodista David Jiménez, El lugar más feliz del Mundo, y debo decir que no es lo que esperaba. En cambio, lo que me he encontrado ha sido una sorpresa de la que no me arrepiento. El autor me está presentando a personajes que parecen sacados de comedias de Hollywood de bajo coste, pero demasiado reales para tomárselos a broma. Un paisaje habitado por reyezuelos, tiranos de poca monta y guerrilleros, cuya crueldad es inversamente proporcional a su patética categoría humana. «Dispara, yo ya estoy muerto» es la quinta y más reciente novela de la escritora y periodista madrileña, Julia Navarro. Se presentó en septiembre pasado, pero yo lo leí durante las primeras semanas de este mes de enero, y debo decir que me impactó. A grandes rasgos, es la historia de dos familias, una palestina y la otra judía, que discurre a lo largo de varias generaciones. El contexto es el conflicto palestino-israelí, desde sus orígenes, no tan lejanos como podríamos suponer, hasta la actualidad. El sábado 26 de octubre tuve la oportunidad de presentar el IV Festival Benéfico Media Luna. Uno de sus impulsores, el músico Rubén Rodríguez, me lo propuso unas semanas antes. Acepté enseguida, aún sin conocer el contenido del espectáculo, ni el propio Proyecto Media Luna; me bastaba con el aval de alguien con quien comparto principios y valores. Publicado en jugandoencasa.es el 13 de agosto de 2012. Leo y escucho profundas lamentaciones por el 'no' a Madrid 2020. Más allá de lecturas de carácter geopolítico, veo que, en general, se considera injusto porque «España es una potencia deportiva». Pero eso es una verdad a medias. Lo expliqué tras Londres 2012:
Durante tres años y once meses España ha sido admirada, cuando no envidiada, por sus grandes éxitos deportivos. Nadal, Fernando Alonso, Contador, Jorge Lorenzo, la selección de fútbol, la de baloncesto, la de balonmano... Somos la mayor potencia mundial del deporte en la actualidad, o eso queremos pensar. Pero han llegado los Juegos Olímpicos de Londres, y España ha vuelto a ser durante quince días ese país mediocre que está a la cola de todas las grandes potencias de siempre y las emergentes, incluso por detrás de pequeños países a los que superamos demográfica y económicamente. España acabó los Juegos en el puesto 21 del medallero, con tres oros y diecisiete medallas en total. Publicado en jugandoencasa.es el 23 de agosto de 2012 En la entrada anterior di mi particular diagnóstico sobre el bajo índice de medallas que históricamente suele lograr España en los Juegos Olímpicos. En resumen, sería la escasa cultura deportiva de nuestro país. Me propongo, ahora, explicar lo que eso significa. Este primer párrafo describe a los que han sonreído despectivamente al leer el título. Aquellos a quienes ofendo con el solo hecho de vincular las palabras 'cultura' y 'deporte'. Aún a riesgo de irritarles todavía más, les adelanto que no lo entenderán...
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