Ahora que llegan las Jornadas Mundiales de la Juventud en Rio, creo que es oportuno recuperar este artículo escrito en su día con motivo de la JMJ Madrid 2011. Tal vez resulte bastante actual. Artículo publicado en 'Jugando en Casa' el 7/08/2011 Son tan tolerantes que «matarían» a los intolerantes. Es una forma de hablar, claro, porque no es verdad que los antivisita papal quieran hacer daño físico a los católicos, ni siquiera, creo, a Benedicto XVI. Solo incordiarlos un poco, tal vez insultarlos otro poco, intentar que oculten bajo los pliegues de su ropa los crucifijos que llevan colgados del cuello, llamarlos adeptos medievales, ignorantes y despilfarradores insolidarios, y cosas así. Esto es lo que hay. Al mismo tiempo que Europa se rasga las vestiduras por la islamofobia, Izquierda Unida, el movimiento de los indignados en su versión de ultraizquierda y algunos intelectuales fuera de forma fomentan el odio hacia los católicos a cuenta de las Jornadas Mundiales de la Juventud y la visita del Papa a Madrid. La campaña de Izquierda Unida es especialmente miserable, por cuanto que es de pago, oportunista y está plagada de falsedades, medias verdades, demagogia electoralista y tópicos anticatólicos trasnochados. Nosotros somos ocho de un pueblito de Gran Canaria llamado Moya. Viajamos con una subvención de 500 eurazos provenientes de nuestro aconfesional ayuntamiento —ojo, no por barba, sino para todos—, y nos alojaremos en hostales de tercera por la zona de Gran Vía. Al menos dormiremos sobre blando, porque la mayoría de los cientos de miles de jóvenes que peregrinarán a Madrid lo harán a ras de suelo, en colegios, pabellones y salones parroquiales. El Papa, no —el muy estirado, seguro que con sus apenas 84 años se alojará en algún palacio episcopal con todas las comodidades. Y capaz que hasta le ponen chófer—. A estos ocho chicos y chicas les gustaría participar en paz en esta colosal movida juvenil de la que es muy probable que salgan, no con la mente licuada de sermones contra el condón —se sorprenderán, pero de eso se habla poco en los encuentros cristianos—, sino con el espíritu fortalecido para transformar el mundo. Para ayudar a construir una tierra más justa, eso a lo que el tal Jesús al que siguen llamaba Reino de Dios. Otros, con todas las diferencias que se quieran, lo llaman pragmáticamente, Democracia Real. ¿Y si el 15-M y las JMJ fueran compatibles? Tengo escrito y es público que apoyo las ideas del 15-M. Creo, como los «indignados», que es necesario salir de casa y mojarse participando activamente de las decisiones políticas, económicas y sociales. Seguro que hay cosas en las que no nos pondremos de acuerdo, pero si estuvieran dispuestos a escuchar, a darnos un segundo de respiro, se darían cuenta de que lasJMJ ayudan a sus objetivos. Los que participan son jóvenes que van contracorriente —¿les suena?— dispuestos a transformar el mundo para que sea un lugar más habitable, con los valores del evangelio que los «indignados» e IU firmarían en un 99%. Ellos, que ni en sus mejores sueños podrían juntar a tantos jóvenes con ganas de comprometerse. ¿No es eso lo que persigue el 15-M, gente concienciada y comprometida? ¿O solo les valen si están a favor del aborto? ¿No habíamos quedado en que era un movimiento abierto y tolerante, sin siglas, ni credos, ni anticredos? Pues ahí los tienen. En lugar de intentar echarlos de Madrid, aprovechen su estancia para unirlos a la causa. Me encantaría verlos en la calle, informando a los asistentes a las JMJ sobre sus reivindicaciones. Acudan ustedes mismos de buen rollo a alguno de los numerosos encuentros interculturales que se van a celebrar entre jóvenes de toda condición y de todos los continentes, cuyo único «delito» es ser creyentes, y peor aún, católicos. Si carecieran de esos dos adjetivos, ustedes serían los primeros en aplaudir semejante convocatoria mundial de gente joven con inquietudes, con ideas y ganas de trabajar por algo más que por un futuro de casa-coche-perro. Se hablará de la crisis, de justicia social, de solidaridad, de compromiso; de valores en definitiva. Como en las asambleas de #acampadasol. Créanme, antes que en su casa viendo Sálvame Deluxe, es preferible tener a esos cientos de miles de jóvenes pensando —sí, pensando, señor Sampedro—, reflexionando, dialogando sobre los asuntos verdaderamente importantes, y por qué no, rezando. Discrepo con bastantes de las ideas de muchos de los acampados en las plazas españolas con motivo del 15-M, pero me alegro sinceramente de su presencia, de su negativa a ser ciudadanos pasivos. Ya nos pondremos de acuerdo más adelante, pero, de momento, valoremos todas aquellas iniciativas que muevan a la gente de sus cómodos sillones, de vidas miopes, egoístas y aburridas, aunque su proyecto no se ajuste exactamente al nuestro. Los de las JMJ son jóvenes que en toda la semana, ya lo verán, no se meterán con nadie, ni provocarán un solo incidente, ni harán botellón, así que, por lo que más quieran, ¡déjenlos en paz! De todos los argumentos para oponerse a la visita del Papa hay al menos uno sobre el que deberían reflexionar sus ideólogos. No admiten que se respalde institucionalmente un evento de interés solo para una parte de la población, los católicos. Los máximos exponentes de la lucha contra la discriminación de las minorías y del respeto a la diferencia, no toleran que España acoja un evento que congregará a una gigantesca «minoría», con la visita de Benedicto XVI, que como representante de la Iglesia, les guste o no, tiene mucha mayor capacidad de convocatoria que cualquier líder de masas español o internacional. No sé qué cifra es la real, la de los organizadores, que dicen que la visita del Papa no supone coste alguno para el Estado, la de los críticos, que aseguran que supondrá 50 millones de euros que pagarán todos los españoles, o la del Gobierno de Madrid, que calcula en 100 millones los beneficios para la ciudad (1). No lo sé yo, ni lo sabe, salvo por un acto de fe —qué casualidad—, ninguno de los indignados, ni los opinadores profesionales. Seamos sinceros, no es el posible gasto lo que molesta, sino la presencia misma del Papa y de los católicos. Es decir, aplicando la terminología actual, catolicofobia, que supongo que debe ser más admisible que la islamofobia. En cualquier caso, rechazo frontalmente y sin paliativos los fastos y los excesos, por incoherentes con el Evangelio. Pero las JMJ son mucho más que eso para los jóvenes. De hecho, lo son pese a eso... Posiblemente, para una gran parte de ellos ni siquiera sería ningún drama no ver al Papa. Después de todo lo expuesto, ¿qué debo decirle a los padres de los jóvenes que acompaño a Madrid? ¿Deben preocuparse de que les saquen un megáfono, los insulten, los ridiculicen, o algo peor? ¿O serán tolerantes y les dejarán disfrutar de una semana que no hará mal a nadie y que, por el contrario, puede ayudarles a tomar conciencia de la necesidad de no quedarse de brazos cruzados? De ustedes, 15-M, es la palabra. Y la calle. .................................................................................................................................................................................................................................................... (1) De modo oportunista, algunos están aprovechando la hambruna que padece el Cuerno de África para acusar a los católicos de gastarse el dinero en la visita del Papa en lugar de enviarlo a Somalia. Cualquiera que tenga al menos un mega de ram en su cerebro sabe que no es así como funciona. Para empezar, el viaje se está organizando desde hace meses y la JMJ desde hace varios años. En segundo lugar, es absurdo pensar que las empresas que financian el evento cambiarían una cosa por la otra. Al tener un fin lucrativo y no filantrópico, lo que han hecho es una inversión. En cuanto a la parte pública, se trata de «subvenciones» en especies: refuerzo de la seguridad, apertura de colegios y pabellones, limpieza, actuaciones... Todo el mundo sabe que ese gasto no es posible canjearlo por dinero en efectivo con destino a Somalia. Todo ello, sin olvidar que el evento generará riqueza a Madrid, que hay dos proyectos solidarios que los propios peregrinos financiarán desde las JMJ, y que, precisamente, uno de los objetivos de este encuentro mundial es reforzar la mirada solidaria de los jóvenes católicos. No es fácil encontrar otro evento en el que confluyan tantas personas solidarias por kilómetro cuadrado. Por último, acusar a la Iglesia Católica de insolidaria es un ejercicio de enorme cinismo. No existe otra organización en el mundo con mayor número de miembros entregados en cuerpo y alma al servicio de los más necesitados. |
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