GRISÁLIDAeSCOJO LA MADUREZ DE LO GRISES |
Pepe Mel se ha puesto al mando de la UD Las Palmas al grito de ¡sí se puede! Supongo que es lo que mucha gente quería oir, sobre todo desde dentro del propio club. Es loable ese espíritu combativo, esa resistencia incluso irracional al fracaso, otra cosa sería impropia de deportistas de élite. Pero en los despachos los actos irracionales no son heróicos, sino temerarios y por tanto, negligentes. Quiero pensar que no es el caso. Yo creo que el club interpreta el papel que le toca en este último intento a la desesperada por acercarse a los puestos de play-off de ascenso, obligado a seguirle la corriente al entrenador, por si suena la flauta. Y que todo está apalabrado con Pepe Mel para que sea el entrenador de la próxima temporada. Es más, Mel dijo en su presentación que podía haber firmado a partir de junio, pero que quiso venir ya. Pedría ser un indicio de que está pactado y que solo una catástrofe tipo descenso o similares podrían frenar la operación, que probablemente no se ha firmado todavía por la mencionada estrategia de evitar que la plantilla baje los brazos pensando en la próxima temporada. Si fuera así, incluso lo aplaudiría. Aeropuerto de Barajas, domingo 24 de febrero. Rubén Castro y Fidel Chávez llegan tarde al vuelo de regreso a Gran Canaria en el que viaja toda la expedición de la UD Las Palmas. El periodista de Canarias Radio La Autonómica, Juan Luis Monzón, es testigo de la escena, saca una foto de los jugadores en el mostrador de embarque y difunde la noticia, de la que se hacen eco numerosos medios de comunicación. Dos días después, Juan Luis Monzón acude a cubrir el entrenamiento del equipo en El Hornillo, en Telde, cuando se produce la desagradable escena de la que es protagonista Rubén Castro y que captó una cámara de Televisión Canaria. A continuación, la noticia de la web de Radio Televisión Canaria a la que se puede acceder pinchando en la imagen y que contiene el vídeo de lo sucedido. Estos son los hechos. Ahora, las consideraciones. Juan Luis Monzón hizo un buen trabajo fotografiando a los jugadores en el aeropuerto y divulgando la noticia. Aunque el retraso en sí mismo es una simple anécdota, es noticia en la medida en la que concierne a dos jugadores de la plantilla en ejercicio de su profesión, que es pública, y que afecta a su rendimiento y a la disciplina interna del equipo en cuanto que, como consecuencia de perder el avión, faltaron sin justificación a un entrenamiento. De hecho, varios medios informan de que los jugadores recibirán una sanción. La reacción de Rubén en el entrenamiento es impropia de un futbolista de su veteranía —37 años—, aunque de madurez aún por demostrar. Rubén no se prodiga en los medios de comunicación, apenas ha comparecido en alguna rueda de prensa suelta esta temporada, no habla tras los partidos y no concede entrevistas. Tampoco ha destacado nunca por su seriedad cuando en el pasado, excepcionalmente, se ha comprometido con algún medio. Sus plantones son de sobra conocidos en los círculos periodísticos. A estas alturas de su brillante carrera nadie se lo tiene en cuenta; digamos que por edad se tiene ganado ese privilegio. Pero hasta ahí. Si no quiere hablar, que no hable, pero cuando deba callar, que calle. En este caso, su mejor opción hubiera sido ponerse en modo avión. A Rubén le queda un solo camino para salir menos escaldado del lío en el que se ha metido, pedir perdón. Los 7 motivos por los que Rubén Castro debería pedir perdón:
La sentencia del cineasta es un perfecto ejemplo del, próximamente aceptado por la RAE, término de 'posverdad'. No es verdad pero lo parece. Me encuentro estas palabras del director de cine Nacho Vigalondo en ‘El Español’: «Si España gana un Mundial hay una fiesta, pero si Penélope Cruz gana el Oscar se hace el silencio». Leo la entrevista entera por si hay matices, pero no. Son ese tipo de frases tuiteras y facilonas que se llevan de calle a los miles de haters que pueblan las redes sociales que se creen con la providencial misión de desinfectar España de ricos, católicos y futboleros, todos fachas. En otros casos, también vale para sus contrarios, los que persiguen a rojos y perroflautas. La sentencia del cineasta es un perfecto ejemplo del, próximamente aceptado por la RAE, término de 'posverdad'. No es verdad pero lo parece. Y como lo parece y luce bien en boca de alguien a quien se le supone profundidad intelectual, se lo compro sin pensar. Sin pensar si me estará vendiendo una moto estropeada. Y esta moto lo está. ¿A que en la frase de Vigalondo parece que España desprecia el arte y rinde culto a algo tan vulgar como el fútbol? La primera reacción es lógica: ¡inaceptable! Pero si le damos un minuto a nuestro cerebro y se lo quitamos a nuestras tripas, veremos que la comparación es tramposa. (No, no voy explicarlo. Yo ya me he tomado mi minuto, haz tú lo mismo). Haz clic aquí para editar. Sería un favor inaudito en deporte de alta competición a un rival de liga, para mantenerle en forma a un jugador durante los meses que no puede hacerle ficha Esta información no la tengo de primera mano, así que manejo solo los datos que aparecen publicados. Y lo que leo no me gusta. Según informa El Larguero, de la Cadena SER, el Atlético de Madrid compraría a Vitolo, pero como no puede inscribir jugadores hasta enero por la sanción de la FIFA, la UD Las Palmas está intentando obtener la cesión del canario hasta esa fecha. Jugaría de amarillo menos de cinco meses. Me encantaría que Vitolo volviera a jugar en la UD Las Palmas, pero no así. La fórmula de la cesión hasta diciembre para que después fiche por el Atlético sería un grave error, salvo que nos falten datos. Lo peor es que le cortaría el paso a otro jugador que a partir de enero tendría que ocupar su puesto, perdiendo un tiempo precioso para que alcance su nivel óptimo. Sin mencionar que, probablemente, ese jugador será de otras características, por lo que la forma de jugar del equipo también tendría que adaptarse. Aún dando por hecho que en esos pocos meses Vitolo fuera determinante y diera muchos puntos, su ausencia posterior podría causar el efecto contrario. Entre otras cosas, por la inevitable comparación que haríamos todos en cada partido, sobre todo en las derrotas. Por tanto, creo que sería, únicamente, un favor al Atlético y al propio Vitolo. Un favor inaudito en deporte de alta competición a un rival de liga, para mantenerle en forma a un futbolista durante los meses que no puede hacerle ficha. Imaginemos que un club cede un jugador a otro equipo pero con la condición de que, si lo quiere reclamar en diciembre lo puede recuperar. Nadie aceptaría semejantes condiciones por bueno que fuese el futbolista. Es cierto que, a veces, un buen jugador se te marcha en enero, pero siempre a cambio de algo. La única justificación que se me ocurre, pues, es que la UD recibiera una importante contraprestación económica o en forma de cesiones o traspasos de jugadores este verano. El calibre de una gesta tiene que ver con lo difícil, lo improbable y lo dramático que llegue a ser. Si a esto añadimos la existencia de un gran derrotado, ya tenemos todos los ingredientes necesarios para que la remontada del Barcelona sea una de las grandes historias del deporte universal. Y como tal, sería una pena encorsetarlo en los noventa minutos que duró el partido del Nou Camp. Es mucho más bella si partimos desde el pitido final del partido del Parque de los Príncipes, que acabó con el humillante 4-0 a favor del PSG, tras una exhibición de fútbol del equipo de Emery y un Barça ninguneado y anulado, como un boxeador noqueado que deambula sobre el ring. Sin embargo, la remontada empezó inmediatamente. Luis Enrique, todavía en shock, habló de «machada posible» y de los cinco goles que necesitaba su equipo para pasar a cuartos de final. Seguramente, cuando la plantilla del PSG y Emery leyeron esas palabras al día siguiente se sonrieron sin darle mayor importancia. Son solo palabras pronunciadas de forma autómata. Las de un hombre derrotado que quiere dar apariencia de entereza. Y puede que en ese momento fuera así. El sábado previo al partido de vuelta, el Barça tenía que enfrentarse al Celta en liga. No era el mejor momento para medirse a un equipo que acecha los puestos europeos, ambicioso y ofensivo. Lo cierto es que desde el día siguiente a la catástrofe había comenzado a generarse en la opinión pública un debate sobre si existían opciones de remontar la eliminatoria. Desde una pregunta tan simple, vulgar incluso, el universo futbolístico se dividió en dos, como tantas otras veces. Los del 'sí' manejaban argumentos demenciales, que a fuerza de tener que defender en barras de bar y en tertulias de radio y televisión se convirtieron en la secta de 'Los Creyentes'. Los del 'no', mucho más sensatos, no necesitaban esforzarse demasiado. La UEFA, a la que le ha dado ahora por adentrarse en el apasionante mundo del cálculo de probabilidades —en lucrativa connivencia con las casas de apuestas—, le daba 0% de opciones de pasar al Barça. Creo que Luis Enrique fue capaz de leer lo que estaba pasando y decidió aprovecharlo. Se estaban creando espontáneamente las condiciones ambientales óptimas para intentarlo de verdad. Porque una cosa es intentarlo, obligación de todo profesional, y otra, hacerlo en serio. Pero aún faltaba algo. No era suficiente con el entusiasmo irracional de 'Los Creyentes'. Necesitaba algo a lo que también sus jugadores, por lo general, mucho más pragmáticos que los aficionados, pudieran aferrarse. Alguna experiencia que durante esos próximos noventa minutos transforme sus cerebros en el de esos auténticos Creyentes. Y la oportunidad la tenía delante de sus ojos; el partido del Celta. Podía haber jugado al ralentí, tratando de ganar el partido con el menor esfuerzo posible para reservar a los suyos para la Champions o podía convertirlo en un ensayo general. Eso fue lo que les dijo, probablemente, en el vestuario a sus jugadores: «Hay que remontar el 4-0 del PSG, hoy». El Barça fue un torbellino y la afición del Nou Camp entendió enseguida el simbolismo del partido. Empezaron a caer los goles y no pararon hasta llegar a la cifra mágica y de ningún modo casual, de cinco. Era lo que buscaban. El ser humano está mucho más predispuesto a intentar algo, por difícil de que sea, si ya lo ha hecho antes, y cuanto más cerca en el tiempo, mejor. La goleada al Celta ante la afición azulgrana fue determinante. Logró entrenar para la gesta la mente de los jugadores, algo mucho más importante en este caso que las piernas. Inyectó un chute de vitaminas extra en 'Los Creyentes', que desde ese momento pasaron de ser una minoría exótica a representar a todo el barcelonismo, lo que atrajo a la causa a otros muchos escépticos. Y no menos importante, el PSG encajaba el primer gol psicológico —«el Barça cree, no es un farol»—. Seguramente, por primera vez desde el partido de ida sintieron miedo. Unai Emery tuvo miedo. No al Barça, sino a la derrota. Y cuando tu obsesión es no perder, la victoria ni siquiera es una opción. Y transmitió ese miedo, si es que no lo tenían ya, también a sus jugadores. Cuando llegaron al campo notaron lo que ya intuían en París leyendo la prensa. No se enfrentaban al Barcelona sino a una horda de fanáticos que se habían autoconvencido de que podían remontar la eliminatoria. Lo que vino a continuación es de sobra conocido, errores arbitrales incluidos. Cada uno jugó el papel que le correspondía en el guión de esta epopeya deportiva. El PSG de Emery hizo de villano cobarde, intimidado por la convicción del héroe malherido y desprestigiado, que contra toda lógica logra rehacerse para escapar del que parecía su único destino posible, la muerte. Las palabras de Luis Enrique tras el partido son reveladoras: «dedico la victoria a todos los que creyeron en nosotros incondicionalmente». Podría parecer injusto con millones de culés repartidos por el mundo que querían pero no creían, y que celebraron igual la hazaña, pero el estratega asturiano sabía bien lo que decía. La chispa la encendieron ellos, los irracionales Creyentes que infundieron fe en los suyos e hicieron tambalearse hasta caer la de sus rivales. Carlin pone en boca de Mourinho una definición sobre sí mismo absolutamente vil. Diríase que incluso es demasiado cruel si no fuera porque 'The Special One' se ha ganado a pulso cada uno de los términos con los que «se acusa». El mismo hecho de compararlo con el político norteamericano de extrema derecha Donald Trump deja bien a las claras su opinión sobre el entrenador más engreído, déspota y antideportivo que hayamos conocido. Los artículos del periodista y escritor británico John Carlin en El País son para mí de obligada lectura. Además de sus agudos análisis deportivos y políticos y de la calidad de su pluma, hay otras dos razones por las que lo sigo muy de cerca: compartimos la admiración por Rafael Nadal y la aversión por José Mourinho.
Mandar a su jugador más desequilibrante a la grada no es solo una cuestión de coherencia y rectitud, sino el frío cálculo de un comandante en jefe consciente de que la indisciplina es el peor enemigo de cualquier ejército, por poderoso que sea. En el entrenamiento previo al partido frente al Espanyol Jonathan Viera se cogió una rabieta propia de un niño malcriado de fútbol base. Quique Setién actuó como hubiera hecho, o debería hacer, un entrenador de esas mismas categorías. Una vez realizadas las consultas oportunas a las altas instancias de la UD Las Palmas, por aquello del respaldo institucional, y tras recibir vía libre, tomó una decisión que parecía un tiro en el pie a escasas horas de un partido, con el equipo en una delicada situación clasificatoria. Pero no se engañen, mandar a su jugador más desequilibrante a la grada no es solo una cuestión de coherencia y rectitud, sino el frío cálculo de un comandante en jefe consciente de que la indisciplina es el peor enemigo de cualquier ejército, por poderoso que sea. Se extiende como un virus, debilita al grupo y conduce irremediablemente a la derrota final en la guerra. Lo primero que hay que preguntarse es si las declaraciones de Juanito, este martes en Canarias Radio La Autonómica, han ayudado a la UD Las Palmas de cara a su próximo e importantísimo partido, única razón que podría explicar su insólita comparecencia pública, precisamente esta semana, cuando por lo general se prodiga muy poco en los medios de comunicación. Y la respuesta es que no ha ayudado. Sin entrar todavía en más análisis, la primera impresión al escuchar la entrevista es que, más bien, ha hecho todo lo contrario; estoy seguro de que en contra de su deseo. La UD Las Palmas ha vuelto a fallar. Esta vez fue el Numancia el que le cortó las alas con las que pretendía volver a elevar sus prestaciones y reengancharse a la lucha por el ascenso. No tengo intención de analizar el partido, para eso ya están las crónicas, si es que no han visto el encuentro y han sacado sus propias conclusiones. De lo que yo quiero hablar es de culpables, responsables y soluciones. Por desgracia, en fútbol, como en la empresa, la solución es complicada y no siempre pasa por eliminar al culpable o culpables. Porque culpables hay varios, pero responsables, en este minuto del partido, solo uno, Sergio Lobera... Lo más grave no es que Piqué se meta con el Real Madrid, que también, sino burlarse gratuitamente del árbitro. Ha sido infantil. El acto de inmadurez e irresponsabilidad de quien no es consciente del lugar que ocupa en el fútbol. Piqué no es un hincha.
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