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GRISÁLIDA



​eSCOJO LA MADUREZ DE LO GRISES

CONVERSIONES Y CONVERSOS

31/7/2013

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Si usted llega hasta aquí con la esperanza de que le hable de religión, atraído por el titular, me temo que le voy a decepcionar porque hoy lo voy a hacer sobre deporte profesional y capital. Aunque, si le sirve de algo, sí que tocaré lo relativo a las creencias, entendidas como convicciones.
Imagen
Félix Hernández, presidente del CB Canarias, en una foto de vavel.com

El CB Canarias acaba de hacerse socio de pleno derecho del selecto club de la ACB gracias a su conversión en Sociedad Anónima Deportiva antes de que expirara el plazo, el pasado 29 de julio. Lo consiguió al límite, cuando ya sonaba la bocina que anunciaba el final del partido más difícil de toda la temporada. 2.020.000 € suscritos en forma de acciones para cumplir con un requisito que exige la intransigente liga profesional de baloncesto a todos sus afiliados. Antes de 2005, año en el que comenzaron a adelgazar «las vacas» públicas, esto no hubiera merecido demasiada atención mediática. 

Es verdad que se hubiera vendido como un éxito por parte de las instituciones que, sin duda, habrían comprado su correspondiente paquete de acciones —asegurándose de paso un asiento en el palco del «Santiago Martín» y otro en las reuniones del consejo de administración—, y los medios hubiéramos fingido que temimos por la consecución del objetivo y lo celebraríamos convenientemente, pero, en el fondo, a nadie le habría sorprendido. ¿Qué alcalde, presidente insular o autonómico en su sano juicio habría dejado morir a un club que acaba de ascender a la mejor liga de Europa y que ha logrado una holgada y brillante permanencia, y que llena el aforo de su pabellón cada quince días?  Sin embargo, en 2013, con todas las ventanillas de la Administración cerradas a cal y canto para todo lo que no sea el sostenimiento de los servicios esenciales —esta vez, de verdad—, sí podemos decir a boca llena que lo que ha conseguido la directiva del CB Canarias ha sido un rotundo éxito. «¡Y sin un euro de capital público!», repiten con merecido orgullo. Aseguran que no había plan B, y les creo. Antes de 2005 lo hubiera puesto en duda; hoy no. Por mucho que lo deseen, las instituciones públicas no tienen de dónde sacar una partida para un ejercicio de mecenazgo deportivo que sería muy difícil de «vender» a la ciudadanía, cuando no pueden ni pagar a sus acreedores y se ven obligados a recortar servicios y reducir personal. Yo les creo y les felicito con entusiasmo. 

Felizmente, la conversión se ha logrado. De lo que no estoy tan seguro, perdonen mi desconfianza, es de que el fruto de esa conversión, además de la salvación del Canarias, sean conversos sinceros. Hablo de directivos, políticos y empresarios. Lo deseable sería que tras esa ardua tarea, todos se hayan convencido de que lo normal, lo razonable y lo saludable, con o sin crisis, es que las acciones de los clubes deportivos profesionales estén exclusivamente en manos privadas, y que, por tanto, su supervivencia dependa solo de su gestión deportiva y económica. Pero tengo mis reservas, como las tenían los implacables tribunales de la Santa Inquisición con los judeoconversos y los moriscos en la Baja Edad Media española. Lo cierto es que la mayoría de ellos lo fueron por obligación, interés o necesidad, así que había razones para desconfiar. A nuestros empresarios, políticos y directivos nacidos en la cultura de la Edad del Despilfarro también les han obligado a convertirse las circunstancias, de modo que tengo derecho a dudar de la sinceridad de su apuesta por el capital privado en el deporte profesional. Ojalá la conversión sea sincera, pero no olvidemos que, en general, nuestros empresarios no creían en el mecenazgo deportivo; nuestros directivos, por lo general, solían escoger el camino fácil y solo salían de sus despachos para tocar en las puertas de las instituciones públicas; y nuestros políticos, en general, fingían hacer un esfuerzo para ayudar, cuando no, salvar, al deporte de su municipio, isla o comunidad autónoma, pero en el fondo se desvivían por manejar los hilos de los clubes con mayor arraigo. 

No obstante, quiero dejar claro que el camino recorrido por el CB Canarias no pierde ni un ápice de su valor por el hecho de haber sido por la fuerza. Al contrario, podríamos decir que son pioneros que deberían servir de inspiración a todos los demás. Y estoy pensando, para empezar, en nuestro otro equipo ACB, el CB Gran Canaria, del que su máximo accionista es el Cabildo de GC, y que, en mi opinión,  debería ponerse inmediatamente a la tarea de vender el club. Me dirán que no estamos en la mejor coyuntura económica y que, al fin y al cabo, no supone un gasto para las arcas del Cabildo porque el ejercicio contable de la temporada acaba de arrojar un superávit de casi 700.000€. Y, precisamente, por eso hay que hacerlo ahora. Porque no hay mejor forma de predicar austeridad, gestión eficaz y políticas liberales —como las que defiende el actual gobierno insular— que desprenderse de su participación en el CB Claret Gran Canaria. Tras la mejor temporada de su historia, bien explicado, con una buena campaña de difusión y con mucho trabajo, como el realizado por el Canarias, se puede conseguir. Es verdad que no hay una urgencia como la del club lagunero, pero eso haría el gesto aún más noble, además de que soportaría mucha menos presión, puesto que si al final no se lograse colocar todo el paquete de acciones, no pasaría nada.

Si, por el contrario, la «conversión» del CB Canarias se queda en un hecho aislado en el que no creen ni sus impulsores, y mucho menos sus hermanastros en la «fe», pocas esperanzas nos quedan de que algo de lo que dicen haber aprendido durante la crisis sea verdad.

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