GRISÁLIDAeSCOJO LA MADUREZ DE LO GRISES |
¿Ha servido de algo la polémica de Drag Sethlas? Tras varios días de debate ensordecedor, a muchos les ha quedado sensación de hastío. Tanta energía invertida, comentarios y opiniones que han tenido que leer y escuchar, en ocasiones desagradables, para nada. La razón de tantos fuegos artificiales sin valor intelectual es que la mayoría participa por pura pasión. Una reflexión más serena que sirva para unir en lugar de enfrentar exige empatía y feedback, dos graves carencias de nuestro tiempo. La consecuencia es que la autocrítica brilla por su ausencia, más si cabe en debates tan encendidos. —¿De verdad no hay nadie más pensando?— me decía. Pero a última hora encontré la aguja en el pajar. Un chispazo de inteligencia. Ha sido el jurista y vocal del colectivo Gamá, Marcos Ventura, quien ha ido más allá del «¿Por qué no lo hacen con Mahoma? ¿A que no hay huevos?» o, «¡Católicos homófobos, preocúpense de los curas pederastas!». Ventura analiza la polémica desde el prisma de la Ley y de la (in)corrección social. Considera que en la actuación de Drag Sethlas no existe delito de ofensa a los sentimientos religiosos porque no se puede demostrar que haya deseo de ofender. Pero a continuación le da una vuelta de tuerca. A diferencia de la mayoría, que retuerce los argumentos hasta el ridículo para autoconvencerse de que no hay nada ofensivo en la actuación, Marcos Ventura se pregunta: «¿Y si la intención fuera ofender, qué? Lo que merece respeto son las personas y su dignidad, no los símbolos ni las ideas. En una sociedad democrática libre, las ideas, todas, son susceptibles de crítica e incluso de burla». Mi primera reacción fue de rechazo a ese argumento. Pero decidí darle una oportunidad a esta nueva perspectiva. ¿Hay colectivos o personas cuyas ideas, en mi opinión, merecen ofensa o burla? Y descubrí, para ser sincero, que sí. Partidos de ultraderecha, el eurodiputado misógino Janusz Korwin-Mikke, Donald Trump, Maduro... Entonces volví al punto de partida, la actuación de Drag Sethlas y los aplausos que recibió, a sabiendas de que ofendía a los católicos. Y entonces, por fin, me hice la pregunta correcta. ¿Por qué creen que merecemos ser ofendidos? Y, desgraciadamente, hay muchas razones. Algo que no sucedería, al menos de forma tan generalizada, si fuéramos más coherentes con el mensaje evangélico, si no sacásemos a circular una guagua rotulada con mensajes que alimentan la discriminación, si muchos de nuestros sacerdotes y obispos no hicieran discursos homófobos, si no diéramos la impresión de estar tan obsesionados con la orientación sexual de las personas, si demostrásemos con hechos que no somos machistas excluyendo a la mujer del sacerdocio, y tantas cosas más. Así es como nos ven. Muchas de las críticas que recibimos son injustas, son tópicos superados o directamente son mentira. Pero, en parte, nos las merecemos. Hemos sembrado demasiadas tormentas. Drag Sethlas y todos los que aplauden su actuación tienen derecho a pensar que merecemos ofensa y burla. Claro que no me gusta. Y no creo que sea la mejor forma de obtener el respeto que reclama el colectivo LGTB. Pero lo que nos toca a los cristianos ahora es ser humildes, hacer autocrítica y ganarnos con obras y palabras a esa parte de la sociedad que piensa que el mundo estaría mejor sin nosotros. |