El blog de Armando Vallejo Waigand
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​GRISÁLIDA

ELIJO LA MADUREZ DE LOS GRISES

El mandato de las urnas

5/3/2016

 
No hay ningún mandato conjunto de la ciudadanía, ni existe base alguna que permita deducir tal cosa de los resultados de los últimos comicios. Los votantes no se han reunido en asamblea para decidir entre todos fragmentar el Parlamento español.
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Una de las frases más repetidas desde el 20 de diciembre —y tras cualquier plebiscito—, es que hay que respetar el mandato de las urnas. Ni que decir tiene que, tal y como ha quedado el reparto de escaños, cada cual tiene su propia opinión sobre cuál es ese mandato. No obstante, hay una cosa en la que sí coinciden todos: «los ciudadanos nos han instado a que dialoguemos y nos pongamos de acuerdo», repiten sin cesar. Y los medios de comunicación, los periodistas, los analistas políticos y los propios votantes de a pie se lo han comprado sin rechistar. ¿Quién iba a contradecir algo tan de sentido común, tan angelical, como que los españoles con su voto han decidido que no haya fuerzas hegemónicas y que quien gobierne lo haga en coalición, llegando a acuerdos con otros?

Pues, yo, si me lo permiten.
Diré, para empezar, que esa interpretación generalizada de los resultados electorales obedece al mismo principio buenista, políticamente correcto, según el cual el pueblo no sólo es soberano —que, por fortuna, lo es—, sino sabio, siempre hace lo correcto y nunca se equivoca. En otras palabras, la infalibilidad de la democracia. No les escucharán decir públicamente que los votantes se han equivocado, ni siquiera los más vehementes líderes de partidos revolucionarios, aunque en el fondo lo piensen. En este caso es lo mismo, solo que en vez de impostar un entusiasmado aplauso a tanta sabiduría popular, le atribuyen cínicamente una elevada visión de Estado en pos del bien común.

No es cierto, no hay ningún mandato conjunto de la ciudadanía, ni existe base alguna que permita deducir tal cosa de los resultados de los últimos comicios. Los votantes no se han reunido en asamblea para decidir entre todos fragmentar el Parlamento español en cuatro, más otras minorías. Lo que han hecho es votar cada cual al partido que les gustaría que gobernara, seguramente, y esto es lo importante, sin que se les haya pasado por la cabeza que 'su' partido deje gobernar a otro. De hecho, no seamos hipócritas, lo que deseaba cada individuo es que su candidato hubiera obtenido mayoría absoluta. Y lo que surgió de ahí fue lo que ya sabemos, un Parlamento multicolor que no se pone de acuerdo ni en la ubicación de los distintos grupo en el hemiciclo. Así que, dejémonos de monsergas y admitamos que lo más probable es que la misma perplejidad paralizante que demuestran sus señorías, la sufren también sus votantes.
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