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​GRISÁLIDA

ELIJO LA MADUREZ DE LOS GRISES

LA CULTURA DEL DEPORTE

23/8/2012

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Publicado en jugandoencasa.es el 23 de agosto de 2012
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En la entrada anterior di mi particular diagnóstico sobre el bajo índice de medallas que históricamente suele lograr España en los Juegos Olímpicos. En resumen, sería la escasa cultura deportiva de nuestro país. Me propongo, ahora, explicar lo que eso significa. Este primer párrafo describe a los que han sonreído despectivamente al leer el título. Aquellos a quienes ofendo con el solo hecho de vincular las palabras 'cultura' y 'deporte'. Aún a riesgo de irritarles todavía más, les adelanto que no lo entenderán...
No lo entenderán, pese a contar con cultivadas mentes, por la misma razón que les impide interpretar correctamente lo que sucede en una acción deportiva aunque la vean repetida una y otra vez con el detalle que ofrecen las espectaculares imágenes de las cámaras superlentas. Es la misma atrofia que sufre un oído no iniciado en la ópera, o los ojos incapaces de admirar la danza clásica o un cuadro de Picasso. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede con la ignorancia en cualquiera de estas expresiones artísticas, la deportiva va acompañada, muchas veces, de un acusado esnobismo intelectual. A los que lo padecen no les basta con admitir que el deporte no les interesa y, por tanto, no lo entienden, sino que lo consideran opuesto a la cultura. Llegan a convencerse de que cuanto menos aparenten saber de deportes, más intelectuales parecerán ante los demás. Literalmente, presumen de su incultura. Con este perfil conozco a famosos escritorestwiteros, a tertulianos pintores de brocha fina, a periodistas locutores radiofónicos y a corresponsales que se creen en la cumbre del conocimiento humano porque acuden a ruedas de prensa de políticos y les entra urticaria cuando un redactor jefe les manda entrevistar a un deportista. A todos ellos habría que decirles que sufren un atraso cultural respecto al resto de Europa de varias décadas.

La cultura deportiva, como la musical o la literaria, se puede aprender, pero como se adquiere de un modo más natural es mediante la influencia del entorno. Porque entender el deporte es independiente del conocimiento que se tenga de las reglas de cada especialidad —sigue vigente el paralelismo con el arte—, o de los nombres, las fechas y las mejores marcas de la historia; es la emoción que se siente por la belleza técnica de un movimiento, la capacidad de distinguir una acción brillante y única, la admiración por la nobleza de un gesto. Así relata el periodista y escritor estadounidense Gay Talese su experiencia mientras veía por televisión un partido de fútbol femenino, deporte que le era totalmente ajeno: «Aunque hasta ahora el marcador seguía a cero y las reglas y estrategias de este deporte me confundían, en el Rose Bowl había algo lo suficientemente atractivo como para demorar mis deseos de cambiar de canal y volver a los Yankees» (Vida de un escritor, 2012)

En mi casa siempre hubo libros —y lo más importante, quien los leyera—, música clásica saliendo del tocadiscos y afición al deporte. Los que más fuertemente prendieron en mí son la literatura y el deporte. No es que se hablara de deportes constantemente, ni en aquellos tiempos había demasiada cobertura en el único canal de televisión, pero su presencia era cotidiana de una u otra forma. Mi padre, que fue futbolista profesional —todo lo profesional que se podía ser en la Hungría comunista—, nunca me instó a que practicara algún deporte, pero yo siempre lo veía salir con bolsos y equipaje deportivo. Fútbol, fútbol sala, frontenis, tenis, bolos... Lo normal era que yo practicara alguno de esos deportes o cualquier otro. Pero no solo era eso, también lo acompañaba muchos fines de semana, lo veía actuar y competir y luego hablar con sus amigos sobre lo ocurrido en la cancha. Los grandes eventos deportivos, como mundiales o juegos olímpicos, también los veía por la televisión junto a mi padre con sus comentarios, en ocasiones divergentes y más ricos que los del narrador de turno. Así es como adquirí la cultura deportiva de la que gozo y de la que me siento orgulloso. Además, haber practicado deporte, sobre todo si es de competición, da un plus para entender también lo que pasa por la cabeza del deportista profesional en determinados momentos, algo que me ha sido de gran utilidad en mi oficio, especialmente a la hora de hacer entrevistas. 

Pero el entorno favorable que facilita la adquisición de cultura no solo lo proporciona la familia. Las preferencias, los valores, las tradiciones y el modelo educativo de las distintas sociedades son igual de importantes. Como ya he dicho, España no es un país con una gran cultura deportiva. El profesor de filosofía del derecho, José Luis Pérez Treviño, en su libro “Ética y Deporte”, recuerda que el estudio y desarrollo de la filosofía del deporte es prácticamente inexistente en las universidades españolas: «Es significativo que en el último número del “Journal of Philosophy of Sport” (2010) no haya ninguna referencia a la filosofía desarrollada en España sobre el tema del deporte, mientras sí la hay en Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Corea, países nórdicos, eslavos, etc». 

Es verdad que en España hay muchos aficionados, pero no al deporte. La mayoría lo son de determinados equipos, principalmente de fútbol, y de cualquiera que vista la camiseta de la selección española, por ejemplo en los juegos olímpicos. Estos hinchas, muchos periodistas, incluso deportistas y entrenadores profesionales, suelen interpretar las acciones del juego, las derrotas y las victorias, lo que es o no es ético, según favorezcan o perjudiquen a sus colores. La consecuencia es que el deporte como manifestación atlético-cultural o como simple espectáculo se ve abocado para ellos a un acelerado viaje hacia un único y paupérrimo objetivo: ganar. Sin matices, sin rodeos, sin disfrutar del paisaje mientras dura el trayecto hacia el destino final. Los diarios deportivos y muchos de los periodistas especializados en deportes son un fiel reflejo de ello. En realidad, no hacen otra cosa que responder con criterios empresariales al tipo de consumidor de información deportiva que más abunda en España.

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