GRISÁLIDAeSCOJO LA MADUREZ DE LO GRISES |
Por petición expresa de Francisco Sánchez, doy mi opinión sobre la decisión de abandonar el fútbol profesional del exjugador del Sporting de Gijón, Javi Poves, de 24 años. Este es el enlace de la entrevista publicada en La Vanguardia el día 8 de agosto en la que baso mis opiniones: «El fútbol se ha convertido en un circo descontrolado» Lo primero que quiero decir es que su decisión y los motivos que esgrime son una victoria del 15-M. Una victoria que contradice a los escépticos que auguraban una desaparición sin consecuencias del movimiento. Desde el principio he considerado mucho más importantes los posibles logros en la concienciación, en el despertar de muchos ciudadanos, que en las reivindicaciones concretas de los «indignados». Sé que lo que la mayoría les pedía era, precisamente, concreción y la conformación de alguna organización que representara formalmente sus propuestas, como un partido político, pero yo no soy de esa opinión. Los cambios quizá serán menos visibles a corto plazo, pero su efecto puede ser más duradero en sucesivas generaciones. No explicaré aquí el «modelo 15-M» en el que creo, pero tiene más que ver con la transformación de las personas, que a su vez transformarán el mundo cada uno en sus respectivos ámbitos, que en tratar de cambiar el mundo «por consenso», todos juntos y de una vez. Las revoluciones se cobran grandes tributos y son poco duraderas en la Historia.
Javi Poves ha escogido una opción coherente con sus ideas. Había otras, también coherentes, pero esta lo es. Puedes abandonar aquello en lo que no crees —la elección de Poves—, puedes tratar de transformarlo desde fuera o hacerlo desde dentro. Todas son loables. Como es natural, también hay elementos de sus reflexiones que no comparto en su totalidad. Por ejemplo, su percepción de la competencia, en especial la que tiene que ver con el deporte. La competencia puede ser, como casi todo, bien o mal entendida. Tal y como yo lo veo, no tiene nada de malo que dos personas tengan un mismo objetivo, ya sea profesional, deportivo o incluso amoroso. Y está claro que debe haber una selección que tendrá que ser justa. En el deporte, normalmente lo es. Pero la selección no es, como cree Poves, una humillación para el descartado. Es la exigencia de mejorar y descubrir las propias virtudes —también los límites—, aquello en lo que se puede ser mejor. Eso no siempre se logra en su grado máximo en la vida profesional, ni tiene por qué ser así. Eso es lo que nos han enseñado, pero es mentira. Luego está la forma en que cada deportista o profesional se toma la competencia. Rafa Nadal siempre ha dicho que él no se enfrenta a sus rivales para tratar de ser mejor que ellos, sino que lucha contra sí mismo. Su objetivo es superarse. El rival al otro lado de la pista es quien le ayuda a hacerlo. La forma perversa de la competencia es el deseo de destruir al contrario solo para demostrar que se es mejor que él. O en el caso de un equipo de fútbol, utilizar malas artes y crear mal ambiente dentro del vestuario por la ambición de arrebatarle a un compañero su puesto. Eso que Javi Poves llama «competencia egoísta». Es una competencia mal enfocada y destructiva. Un buen ejemplo sería José Mourinho. Es interesante el análisis que hace sobre las distintas ideologías políticas. Asegura que le gustan cosas del anarquismo, del comunismo y del nacionalsocialismo, pero ninguna le representa, como tampoco los partidos políticos. Volvemos al inicio. Las cosas se pueden dejar como están y, en todo caso, esperar a que otros las cambien, cambiarlas desde dentro del sistema (partidos políticos, asociaciones, ONGs) o hacerlo desde fuera (15-M). Las dos últimas son saludables y creo que deben convivir. La doble presión —interna y externa— es la que hizo pedazos el muro de Berlín. Una camada de políticos valientes y comprometidos, junto a ciudadanos inquietos y movilizados pueden conseguir el objetivo. Lo único en lo que no creo es en el «no» a todo. Si nada nos representa, ni siquiera un poquito, si todo es malo, incluidas todas las personas que son parte del sistema, no hay esperanza. Sin ella, ni el 15-M, ni los cristianos más comprometidos, ni Javi Poves darán un solo paso hacia un futuro mejor. Nuestro exfutbolista cree que antes o después todo cambiará, aunque no sabe si para mejor o para peor. Esa no es una actitud demasiado constructiva. Quienes han logrado quitarse la venda, las personas más lúcidas, sobre todo los jóvenes, tienen la responsabilidad de forzar que esos inevitables cambias conduzcan al mundo hacia algo mejor, no conformarse con que las cosas ocurran solas a ver si hay suerte con el resultado. Es preciso unirse a alguna causa, aunque no nos represente al ciento por ciento. Creo que Javi Poves es la prueba de que algo se está moviendo. Aunque él no se sienta dentro de ningún movimiento, es parte de él, junto con el 15-M, y pese a desmarcarse de su camino. Son parte del mismo acontecimiento histórico. Su ejemplo servirá para otros y continuará extendiéndose. Quienes crean que así debe ser, tienen que hacer lo posible para que no se interrumpa. Que se conozcan historias como la de Javi Poves es parte de ese trabajo. |