GRISÁLIDAeSCOJO LA MADUREZ DE LO GRISES |
El sábado 26 de octubre tuve la oportunidad de presentar el IV Festival Benéfico Media Luna. Uno de sus impulsores, el músico Rubén Rodríguez, me lo propuso unas semanas antes. Acepté enseguida, aún sin conocer el contenido del espectáculo, ni el propio Proyecto Media Luna; me bastaba con el aval de alguien con quien comparto principios y valores. Desde hace mucho tiempo, Rubén y yo coincidimos cada año en los Encuentros Diocesanos de Jóvenes, donde, al vernos, nos damos un abrazo y nos decimos, «aquí estamos un año más». Esa frase significa mucho más de lo que parece. Representa nuestro compromiso de seguir en la tarea de compartir la fe con los jóvenes y la voluntad de no ceder ante el cansancio y la dificultad de nadar contracorriente. Más que suficiente para confiar en alguien. Pero Rubén —cantautor, educador, animador de jóvenes, concejal en Telde, miembro de la Agrupación Folklórica Entreamigos, compositor, miembro del Proyecto Media Luna...— es mucho más que alguien de fiar. Es un ejemplo de lo que necesita nuestra sociedad. Personas generosas que viven para algo más que sus garbanzos. Personas capaces de levantar la vista, que miran a su alrededor y lo que ven es un trabajo que hay que hacer y que nadie hará por ellos. Y en Jinámar, el barrio de Rubén, hay mucho trabajo que hacer. Hace falta transmitir la fe, hace falta darle alternativas a los niños y jóvenes, hace falta dinamizar a una población que en muchos casos lleva sobre los hombros una injusta carga impuesta desde la cuna que les hace partir con mucha desventaja en la carrera hacia una vida digna, y que los programas de desarrollo socioeconómicos provenientes de los organismos públicos son incapaces reducir. Rubén está presente en todos aquellos ámbitos en los que un cristiano debe estar de una u otra forma: en su parroquia, en su barrio y en la política. No es extraño que forme parte del proyecto Media Luna y de la Agrupación Folklórica Entreamigos. Media Luna trabaja con los niños de Jinámar, y Entreamigos es un proyecto sociocultural del barrio para todas las edades. La debilidad por los más desfavorecidos se le supone a un cristiano coherente, pero si ese cristiano, además, es un músico con la sensibilidad de Rubén, miel sobre hojuelas.
Así pues, en el Teatro San Ignacio de Loyola, del colegio de los Jesuitas, en Vegueta, se dieron la mano durante dos horas, arte y solidaridad. Arte en estado puro, sin corromper por el consumo masivo y las recetas precocinadas de la industria de la cultura. Allí conocí a la cantautora grancanaria Dácil Santana, que poco después anunciaba emocionada en su página de Facebook el «subidón» que le supuso cantar ante 200 personas. Reí con Wiso, monologuista grancanario tremendamente ingenioso, que se metió al público en el bolsillo. Me emocioné con la actuación de Daniel y Olibama, una maravillosa pareja grancanaria de baile. Me sorprendí con la fantástica voz de en directo del lanzaroteño Dani Valiente. Aluciné con Álvaro Ruiz y Alberto Leal, dos cantautores sevillanos que irradian frescura y buen rollo, con una calidad musical que nada tiene que envidiar a la de artistas de masas consagrados. Disfruté con el sonido y los bailes canarios de Entreamigos. Y, sobre todo, mudo y admirado, contemplé la actuación de Rubén Rodríguez. Tras horas, días y semanas de preparación, sin haber parado ni un segundo dirigiendo el festival para que todo en el escenario fuera perfecto, empapado en sudor salió ante el público, disfrutó y nos hizo disfrutar. De todos los artistas que esa noche actuaron fue al que con menos pompa anuncié, lo confieso y lo siento. Seguramente, porque era el más conocido por los presentes, porque era «de la casa». Pero él, más que nadie, merecía una presentación digna de su currículum y de su calidad humana. No escribo estas líneas para corregir un error que, dicho sea de paso, nadie, y mucho menos él, me reprochó, sino para poner de manifiesto mi admiración por alguien a quien el Festival Media Luna me ha permitido conocer mejor. Una admiración que hago extensiva a todo el proyecto, del que conocí y vi en acción a Cristina, Paula y María, aunque sé que también forman parte de él Marta y Benito. A todos, enhorabuena y muchas gracias por hacerme partícipe de la experiencia y permitirme aportar mi granito de arena. |