GRISÁLIDAeSCOJO LA MADUREZ DE LO GRISES |
«¡Con todos ustedes, Condón!» —vítores y aplausos—. Ni una palabra más, ¿para qué? El mensaje no puede ser más claro: El sexo es parte inseparable de la fiesta de Don Carnal, y para evitar sus indeseables consecuencias —bombo y SIDA— solo cabe una opción, el condón. Lo entendería hasta un niño. De hecho, de eso se trata, ¿o acaso los menores no pueden practicar sexo en los carnavales? Los guionistas del spot de la La Dirección General de Salud Pública del Servicio Canario de Salud captaron la idea enseguida. Debía ser aséptico, sin matices, sin posibles interpretaciones morales. Normal. Si hubieran introducido el más insignificante elemento que pudiera hacer sospechar que el Gobierno de Canarias pretende reprimir sexualmente al personal, les habrían caído encima todas las hordas de protectores del sagrado sexo libre, herederos de la revolución sexual de Freud y sus correligionarios —léase, amalgama de modernos que reclaman barracones higiénicos gratis para jóvenes y jóvenas con las hormonas desbocadas, junto a feministas radicales—, acusando al mismísima consejero de Sanidad,Fernando Bañolas, de plegarse a la reaccionaria concepción católica de la sexualidad. Y eso sí que no. No quiero ni imaginar lo que hubiera supuesto introducir cualquier juicio de valor en el off del spot, del tipo «Vive tu sexualidad de forma responsable, no hace falta que intentes enrollarte con la primera persona con la que te cruces». O bien, «La manera más segura de evitar el contagio de enfermedades de transmisión sexual es no acostarte con desconocidos/as (desconocidos bajo sábana, se entiende), pero si pese a todo decides hacerlo, utiliza el condón». Puedo imaginar la sorna: «¿Quién le ha hecho la campaña del Carnaval al Gobierno, la COPE?
Sin duda, era mejor un spot simplón de dibujos animados, para que el mensaje llegue también a la población imberbe, con un consejo universal que no comprometa y encima ofrezca una imagen joven de nuestros gobernantes, que solo quieren ver a su pueblo feliz y sano. Bien mirado, es del todo coherente con lo que llaman en la Dirección General de Juventud, «Educación Afectivo Sexual». A juzgar por el contenido de sus recursos online, de las tres palabras que componen este título genérico, el término «afectivo» es meramente decorativo, una coletilla aparejada por imitación académica al enunciado. Ni en los contenidos de la web, ni en el tríptico que lleva ese mismo título, hay alusión alguna a la parte afectiva de la sexualidad. Nada, ni una palabra. Se trata de un simple manual sobre biología y medicina elemental, unido a un catálogo de métodos anticonceptivos para practicar sexo seguro. Si un extraterrestre solo supiera de sexualidad humana por lo que se lee en el folleto de la Dirección General de Juventud no está claro que llegase a la conclusión de que se está hablando de la relación entre dos individuos, salvo que lo deduzca de esta primera frase: «La sexualidad forma parte de nuestro día a día, por eso es tan importante conocer tu cuerpo, disfrutar de él, y saber y hacer saber a los demás lo que te gusta y lo que no». No me negarán que es bonito. Es justo como la mayoría de padres querrían que sus hijos/as concibieran la sexualidad. Haciendo saber «a los demás» —no a su pareja, sino, en general, a los demás— lo que les gusta y lo que no. Propongo que para evitar malos entendidos y pérdidas de tiempo innecesarias, llevemos todos en la cartera una lista «de lo que nos gusta y lo que no» bajo las sábanas, y previo al acto sexual con el sujeto o sujetos en cuestión —hablan de «los demás», en plural— nos intercambiemos la información. Sería como una especie de manual con las instrucciones de uso: No dejar al sol, utilizar solo accesorios originales, evitar sacudidas violentas y golpes, tengo cosquillas... ¡Mira que no haber pillado yo uno de éstos en mis tiempos! Me hubiera ahorrado esa primera caricia poco menos que pidiendo perdón, el cogernos de la mano toda la tarde sin lugar a más, los primeros besos fugaces, casi robados, el aprendizaje paulatino de «lo que le gusta y lo que no...» Pero claro, eso es afectividad, y ya hemos dicho que para los educadores modernos es un elemento decorativo en sus talleres sobre sexualidad. En un artículo de El País en su edición impresa del pasado sábado 5 de marzo, J.A. Aunión reflexionaba sobre el difícil equilibrio entre la libertad de los padres a la hora de elegir la educación de sus hijos, en concreto, la relativa a la sexualidad, y el deber del Estado de inculcar una serie de valores universales, un esquema común de mínimos tendentes al respeto, la igualdad de sexo y la tolerancia con los distintos modelos familiares. Al pie de la doble página, dos opiniones divergentes: una conservadora, proveniente de la dirección de un colegio católico, otra progresista, expresada por el catedrático de psicología Félix López. Es esta segunda la quiero subrayar: «[Hay que formar] buenos profesionales que no usen el modelo moral, (porque estamos en un país no confesional), ni el prescriptivo (que da por supuesto que todos los jóvenes tienen o deben tener actividad sexual), sino con un modelo biográfico para que en libertad y responsabilidad las personas decidan sobre su vida sexual y amorosa desde sus valores y creencias». Mira por dónde, un progresista contrario a la educación tradicional católica incluye las palabras «amor» «responsabilidad» y «sexo» en la misma frase, habla de respeto a convicciones y valores, y rechaza la equivalencia joven=promiscuidad sexual, por definición. Pero supongo que en Canarias somos aún más progresistas. |