GRISÁLIDAeSCOJO LA MADUREZ DE LO GRISES |
El concepto 'turismo de calidad' que muchos enarbolan como modelo para la protección del medio ambiente frente al turismo de masas, no suele ser más que un eufemismo de 'turismo para ricos'. Y eso no me parece que case demasiado bien con la lucha clases. El turismo de calidad de verdad, el no discriminatorio, tiene más que ver con la educación que con la renta, pero ese filtro es más difícil de implementar en la práctica. Aunque tal vez no imposible. Estoy leyendo, 'Momentos Estelares de la Humanidad', de Stefan Zweig, que tenía entre mis lecturas pendientes, y me he encontrado con esta frase al comienzo del capítulo sobre Waterloo:
«A veces, y éstos son los momentos más asombrosos en la historia universal, el hilo de la fatalidad cae durante una fracción de segundo en unas manos por completo incompetentes». Es una de esas frases geniales, de alta literatura, que me deleitan y con las que merece la pena acabar el día. Pero, además, como suele pasar con el arte universal, es plenamente actual. Cada cual tendrá su candidato (o candidata), pero a mí me está hablando de Donald Trump, aunque en su caso es bastante más que una fracción de segundo, lo que lo hace aún más peligroso. Por qué exactamente, se preguntarán. Eso da igual, hay donde escoger y aún desconocemos cuál de sus decisiones, acciones o palabras nos conducirá a la fatalidad, pero no lo duden, si sigue mucho tiempo en la Casa Blanca lo hará. *Aquí puedes encontrar un buen catálogo de trumpadas. Tengo amigos inteligentes que le han dado un 'me gusta' a esto. Y no salgo de mi asombro. Para entender lo absurdo de la idea basta con cambiar el «si yo fuera», por algo que sí eres en lugar de lo que no eres y verás. Por ejemplo: «Si yo fuera un ser humano y me enterase de las atrocidades que cometen los humanos...» Acaba la frase. Yo la acabaría de esta forma: «Trataría de cambiar al ser humano». Y esto es aplicable a casi todos los «si yo fuera». Ya sabemos lo que no crees y lo que no quieres ser, Mar Abad. Y confieso que tu forma de expresar esa rebeldía intelectual me cautiva. Ahora, me gustaría saber lo que eres y en lo que sí crees. ¡Ah, que tú tampoco lo sabes...!
Profesores, maestros, pedagogos y psicopedagogos del mundo, ¿podrían sacar a nuestros líderes políticos de su pequeña y seguro que bienintencionada confusión respecto a los términos posesión, educación y enseñanza de los hijos?
Un nuevo debate que se simplifica hasta el extremo para anular los grises, los «no estoy seguro», los «depende», los «tengo dudas». Solo blanco o negro, estás conmigo o contra mí... Y las hordas de fanáticos, borregos ideologizados, se activan en respuesta a un estímulo del chip implantado en su cerebro. El drama es que en el fondo están de acuerdo y no lo saben, porque los amos de sus mentes los necesitan asustados, furiosos, violentos, enfrentados, irreconciliables. Llegan a convencerse de que 'los otros' no son humanos, sino monstruos. Cucarachas. ¿Este es el nivel de los que Echenique quiere convencer, los que pueden llegar a creerse que «El programa real de [cualquier partido] es darle dinero a los multimillonarios y quitártelo a ti»; o argumentos igual de simplones? No respeto a nadie que me crea tan obtuso. A nadie. No creo que ni Rivera ni Casado sean tan de Machado como quieren hacernos creer. Forma parte de este absurdo espectáculo de las apariencias y poses tuiteras que es la actual política. Igual que esta crítica, también tuitera y cogida con pinzas del PSOE. ¡Seguimos para bingo! Al deporte-producto, el que en realidad odia Maxim, el que representa la LFP, la ACB y los medios de comunicación más sensacionalistas, no le afectará lo más mínimo lo que el ministro piense del deporte. Me preocupan más las becas a deportistas de disciplinas minoritarias, las ayudas por desplazamientos a los deportistas canarios y al deporte adaptado, por nombrar algunos. Una de las mayores pedanterías con las que suelo tropezarme es la del que suelta, orgulloso, «no tengo ni idea de deportes». No hablo de un sincero acto de modestia, sino del cultureta que presume de su incultura, sin saberlo. No negaré que a simple vista resulta chocante la elección de Maxim Huerta como ministro de Deportes. ¿El ministro del deporte odia el deporte? Es como si un ministro de igualdad fuera abiertamente homófobo o machista, ¿no les parece? Luego, leyendo sobre sus ocurrencias tuiteras, bastante contradictorias, debo admitir que ya no sé lo que piensa del deporte. Lo que sí sé es que no lo entiende. No es odio, es una simple limitación cultural. Sí, cultural, han leído bien, porque, como he dicho, el deporte es cultura. Y en buena parte no es culpa suya sino del concepto televisivo del deporte de masas, el del producto de consumo, que deduzco que es el que Huerta conoce porque es el que más abunda en España. Es como el que cree que el amor es lo que sale en las películas porno. Lo cierto es que al deporte-producto, el que en realidad odia Maxim, el que representa la LFP, la ACB y los medios de comunicación más sensacionalistas, no le afectará lo más mínimo lo que el ministro piense del deporte. Me preocupan más las becas a deportistas de disciplinas minoritarias, las ayudas por desplazamientos a los deportistas canarios y al deporte adaptado, por nombrar algunos. O, a lo mejor, y en ello confío, es una buena oportunidad para facilitar una conversión. Porque ya sabemos que los conversos suelen ser a la larga los fieles más devotos. *Ya veo venir a los querrán interpretar mis palabras como rechazo a Pedro Sánchez. Para que no pierdan el tiempo, aplaudo el gabinete que ha formado por lo que he podido leer sobre su independencia, méritos y talante. ¡Adelante, monten jaleo, metan bulla, llamen la atención...! Hay muchos ámbitos que les son más próximos y que necesitan de su altavoz y compromiso. Las salas de lo penal no están entre ellos. El Sindicato de Estudiantes ha convocado una huelga en protesta por la sentencia de «la manada». Mi hijo mayor, que cursa primero de bachillerato, tiene intención de secundarla. No se lo voy a impedir, está en su derecho, pero quiero que se pregunte quién, por qué y para qué la convoca. Educarle en el pensamiento crítico y la coherencia son dos de mis obsesiones. Y, en mi opinión, esta huelga es ridícula. Adolescentes protestando en calidad de estudiantes contra una sentencia judicial en un país democrático. Dicen los comprometidos convocantes que «la Justicia española protege a violadores y condena a tuiteros que denuncian la corrupción del PP» y «lleva a la Policía a secuestrar camisetas amarillas». ¿Protestar? Claro, quién si no los jóvenes. Pero esta es una burda manipulación con fines que poco tienen que ver con su fingida preocupación por una Justicia que consideran machista. Y no seré yo quien lo niegue, pero no es este territorio estudiantil y menos aún de adolescentes. Sobre todo, cuando los argumentos son, en realidad, consignas de diseño, prefabricadas, tan flexibles que encajan donde haga falta, ya sea la protesta por el nombre de una calle o una sentencia judicial. Convendría, al menos, que le recordaran a los estudiantes a los que convocan que la sentencia de 'la manada' es condenatoria y que no es firme. Así que no protestan contra una Justicia machista sino, en todo caso, contra una sentencia machista firmada por solo tres jueces de los cientos —¿tal vez miles?— que hay en España. ¡Adelante, monten jaleo, metan bulla, llamen la atención...! Hay muchos ámbitos que les son más próximos y que necesitan de su altavoz y compromiso. Las salas de lo penal no están entre ellos. Respecto a mis hijos, ya me encargo yo de que lean, piensen y libremente decidan, pero estén alerta porque la posverdad ha llegado a las aulas. No solo de la Universidad, también a las de los menores de edad. ¿Acaso hay algún tipo de violación más grave que la de «la manada»? ¿Van a tener menor condena por no haber tenido que golpear a su víctima para violarla? ¿Un padre que viola a su hija, aunque sea sin golpearla, no debería tener el máximo castigo? ¿Acaso una violación no es por definición violencia física, o son necesarias la sangre y los hematomas? Creo que se ha dicho ya casi todo sobre el caso de «la manada». Y si voy a escribir algo al respecto es, precisamente, por ese 'casi'.
En resumen, sin entrar a valorar reacciones y declaraciones posteriores, hemos aprendido que el Código Penal prevé dos tipos de delitos sexuales, el abuso y la agresión. Para que se aplique el segundo tipo ha de existir violencia física o intimidación. Y la mayor parte de los que hemos expresado nuestra opinión estamos de acuerdo en que los hechos que describe la sentencia no pueden ser otra cosa que agresión sexual. Es decir, contrariamente a lo que dicta el tribunal, creemos que sí hubo intimidación y no solo prevalencia, otro de los conceptos que he incorporado a mis modestos conocimientos de Derecho. Luego se ha debatido sobre la necesidad de una reforma del Código Penal en lo relativo a delitos sexuales para delimitar con mayor precisión los agravantes por violencia o intimidación y dejar así menos espacio a la interpretación de los jueces. También los hay que no quieren distinción y piden que toda penetración sin consentimiento sea considerada agresión sexual sin tener en cuenta la prevalencia, intimidación o violencia. Otros sugieren que el problema no es la interpretación, sino una deficiente perspectiva de género. Lo último que he escuchado es que los jueces deberían contar con esta formación específica, como ya tiene, por ejemplo, la policía. Nada que objetar. Y aquí viene mi humilde aportación en forma de pregunta, que seguro que alguien ya ha hecho pero a mis oídos no ha llegado: ¿Y si esos violadores de «la manada», además, hubieran golpeado a su víctima —y es probable que de necesitarlo para sus fines lo hubieran hecho— produciéndole lesiones? ¿Habría que elevar el castigo? La respuesta espontánea es afirmativa. Pero, volviendo a los hechos que nos ocupan, ¿acaso hay algún tipo de violación más grave que la de «la manada»? ¿Van a tener menor condena por no haber tenido que golpear a su víctima para violarla? ¿Un padre que viola a su hija, aunque sea sin golpearla, no debería tener el máximo castigo? ¿Acaso una violación no es por definición violencia física, o son necesarias la sangre y los hematomas? El problema es que nos responderán a su vez con las mismas preguntas del principio: ¿le impondremos la misma pena al que, además de violar, ha dejado medio muerta a su víctima? No, claro… Y vuelta a empezar. La única forma que veo de salir del bucle es considerar dos delitos, no uno. Es decir, la violación, con o sin violencia añadida, conllevaría la pena máxima por delito sexual. Y si, además, hay, pongamos por caso, golpes, se suman nuevas penas por un segundo delito. Esto evitaría la indeseada impresión de que hay violaciones menos graves que otras. A lo mejor lo que propongo es un disparate que atenta contra algún principio legal o incluso constitucional. Si es así, pido disculpas de antemano. Entre la multitud bienintencionada se han colado hipócritas oportunistas y machistas cobardes. Conclusión, ahora, con la corriente a favor, es más difícil identificarlos porque van de incógnito Estoy viviendo una jornada del Día de la Mujer con sentimientos encontrados. Celebro la mayor movilización feminista de la historia en España. Pese a los inevitables y patéticos intentos de apropiación indebida, las ideologías no han logrado usurpar, por una vez, el lugar que le corresponde a un valor universal como es la igualdad de género. Y, precisamente, por eso ha sido posible esta gigantesca repercusión sin precedentes, porque nadie se ha sentido excluido.
Sin embargo, en su propia fuerza está su debilidad. Cualquier movimiento masivo genera corriente. Y no todos querrían ir en esa dirección, sino que han sido arrastrados o se han dejado llevar porque les resultaba más cómodo. Hablando claro, entre la multitud bienintencionada se han colado hipócritas oportunistas y machistas cobardes. Conclusión, ahora, con la corriente a favor, es más difícil identificarlos porque van de incógnito. Lo sé porque conozco a algunos de los que comparten chistes machistas y fotos de tetas en el chat de Whatsapp y hoy hasta han escrito los preceptivos tuits feministas. Y esta es la segunda causa por la que la felicidad por el éxito de la jornada no es plena en mi caso. Hablo de la demagogia. La corriente lo arrastra todo y cuanto más fuerte, también más destructiva. Lleva agua pura, pero también basura que puede acabar contaminando aquello que iba a regar. Y en el nombre del feminismo y la igualdad de género hoy he escuchado y he leído muchas tonterías, casi siempre demagogia, que es lo mismo que mentir para regalarle el oído a alguien y así obtener un rédito, normalmente de imagen pública. Y he sentido que se me exige autoinculparme por ser hombre. Que por qué no reconozco mis tics machistas, «¡cómo no los vas a tener, si eres hombre y español!». No he puesto un tuit felicitando a las mujeres, no he participado en el hilo «soy machista cuando...», no he confesado mis pecados de hombre opresor de mujeres y ni siquiera he pedido perdón por no ser machista. No es una errata, digo lo que digo y yo sé por qué lo digo. No soy machista. Seré aún más contundente, soberbio si quieren: no tengo ni pensamientos, ni actitudes, ni palabras, ni comportamientos machistas. Si de algo ha servido la histórica repercusión de las reivindicaciones del Día de la Mujer es para que se visualicen todos estos micromachismos de los que tanto se ha hablado. Y yo he hecho los deberes. He escuchado y leído con atención a mujeres hablando de lo que consideran machismo en el día a día, he visto vídeos de personajes públicos hombres confesándose machistas en ocasiones y me he mirado en el espejo. Y no me siento representado por ninguno de esos comportamientos, ni siquiera los que llaman culturales o inconscientes. Esta «confesión», sin embargo, creo que será menos aplaudida por determinados sectores que si me declarase machista. Algunas (y algunos) nos prefieren culpables. Una amiga de Facebook me invita a hablar de símbolos. Considera que la ocurrencia de la alcaldesa de Madrid de poner machangos masculinos y femeninos en los semáforos ayuda a fomentar la paridad. Eso me ha dado pie a volver a hacer una denuncia que ya hice hace unos años, cuando aún gobernaba el PP en el ayuntamiento de Madrid.
El Mutua Madrid Open —ese sí es uno de los grandes símbolos de la ciudad actualmente, no los machangos de los semáforos— es el único torneo del mundo que utiliza modelos, solo mujeres, como recogepelotas y relega a los niños y niñas tenistas a las pistas secundarias, para que las que salgan por la tele sean bellezas femeninas luciendo sus atributos corriendo tras las pelotas. Y, ¿dónde estaba Carmena? Yo te lo diré. En el palco de autoridades disfrutando del tenis —literalmente— mientras las mujeres eran humilladas siendo utilizadas como objetos decorativos no exentos de carga sexual. Seguro que Carmena, como alcaldesa de Madrid, podría meter presión para que dejen de dar cada año semejante trato denigrante a la mujer o, al menos, no ser cómplice y negarse a asistir. Pero no. Mejor dejamos la igualdad de género, la paridad y la dignidad de la mujer a las machangas de los semáforos, que esas sí que sufren.
Creo firmemente que en la política hay que hacer afición. Es necesario que la política interese aunque sea gracias al espectáculo. Inmediatamente después del debate de Atresmedia, publiqué en las redes sociales mi valoración de los tres candidatos y la suplente Soraya. «Mi veredicto sobre el #debate, ideas al margen: Soraya, impecable. Ya sabemos por qué la mandó Rajoy. Pedro, el mejor lenguaje corporal. Poca cintura. Albert, de menos a más. El que peor empezó y el que mejor acabó. Pablo... simplemente, Pablo. Es distinto. Tiene su público» Enseguida surgieron los comentarios a favor y en contra. Algunos discrepaban exponiendo su propia valoración. Pero lo que más rechazo generó fue el término impecable, que utilicé para definir la participación de Soraya Sáez de Santamaría. Da igual que añadiera una frase que suponía una evidente ironía crítica, o que en el enunciado hubiera dejado claro qué es lo que estaba valorando, con la coletilla, ideas al margen. Lo cierto es que, en general, salvo para sus votantes —y no todos—, el PP es un partido antipático haga lo que haga. Se lo ha ganado a pulso.
Entiendo que en una manifestación lo que funciona para llamar la atención mediática son los lemas directos y concisos, aunque a poquito que se escarbe en ellos desde el más elemental razonamiento lógico, resulten estúpidos. Estamos ante uno de esos casos, en el que se incluye una descomunal falacia.
No tengo los suficientes conocimientos de Leyes como para pronunciarme sobre la sentencia del Tribunal de Estrasburgo, pero hablar de «daño moral» a Inés del Río es sonrojante. Tal vez sea jurídicamente menos ortodoxo, pero mejor lo hubieran llamado, por ejemplo, «compensación». Una simple cuestión de sensibilidad.
Yo hubiera tirado un poco más de ese carrete a lo largo de la entrevista —que, por otra parte, es excelente—, pero entiendo que Andy Robinson es especialista en economía, así que ese debía ser el camino. No obstante, al igual que al autor del titular de Jot Down, a mí también es esta frase sobre la juventud española la que más me llama la atención. Incluso la ampliaría a toda la sociedad española, sin distinción de edad. En el fondo, lo que subyace es que el 15-M es una inflamación transitoria como consecuencia de la crisis, sin poso ideológico perenne. En definitiva, una gran oportunidad perdida. Ojalá me equivoque.
Publicado en jugandoencasa.es el 23 de agosto de 2011 Cuanto más organizada está una sociedad, mayor riesgo corren sus miembros de olvidarse de pensar por sí mismos. Y lo que es peor, de perder la capacidad de discernir el bien del mal sin tener que acudir a un manual de derecho penal. Vaya por delante que en modo alguno estoy en contra de las leyes y el orden, claro está, solo constato la consecuencia menos buena de algunos de los mecanismos y herramientas imprescindibles para convivir en sociedades avanzadas, si bien es cierto que serían aún más avanzadas si esas herramientas ya no fueran necesarias. Como de eso todavía estamos muy lejos, voy a los hechos recientes que me conducen a esta reflexión, que por otro lado no tiene nada de original pero que de vez en cuando conviene recordar por si sirve de algo...
Por petición expresa de Francisco Sánchez, doy mi opinión sobre la decisión de abandonar el fútbol profesional del exjugador del Sporting de Gijón, Javi Poves, de 24 años.
Este es el enlace de la entrevista publicada en La Vanguardia el día 8 de agosto en la que baso mis opiniones: «El fútbol se ha convertido en un circo descontrolado» El movimiento de los «indignados», los del 15-M o como prefiera usted llamarlos, no tiene padres conocidos. Como quiera que la criatura apunta maneras, más de uno anda solicitando pruebas de ADN, unos para tratar de demostrar su procedencia turbia con el objeto de desacreditarlo, y otros buscando rastros de consanguinidad con el que presumir de vínculos familiares, aunque sean lejanos. Todos desearían —por razones distintas— que este movimiento social, eminentemente juvenil y, sin duda, espontáneo, fuera lo que no es, ni aspira a ser. Lo malo es que incluso los que intuyen que por principios deberían apoyarlo, tampoco han entendido muy bien lo que está pasando.
«¡Con todos ustedes, Condón!» —vítores y aplausos—.
Ni una palabra más, ¿para qué? El mensaje no puede ser más claro: El sexo es parte inseparable de la fiesta de Don Carnal, y para evitar sus indeseables consecuencias —bombo y SIDA— solo cabe una opción, el condón. Lo entendería hasta un niño. De hecho, de eso se trata, ¿o acaso los menores no pueden practicar sexo en los carnavales? Los guionistas del spot de la La Dirección General de Salud Pública del Servicio Canario de Salud captaron la idea enseguida. Debía ser aséptico, sin matices, sin posibles interpretaciones morales. Normal. Han cenado juntos, han brindado y se han dado un abrazo de oso. El Gobierno y los sindicatos se han puesto de acuerdo en la reforma de las pensiones. Básicamente, afecta a tres puntos: La conocida ampliación de la edad de jubilación hasta los 67 años, salvo que a los 65 se hayan cotizado 38 años y medio, es decir, los funcionarios de carrera y poco más; la necesidad de haber cotizado esos 38 años y medio para cobrar el 100% de la pensión; y el cómputo de la base reguladora, que pasa de los 15 a los 25 años, para calcular la cuantía final de la pensión a percibir. Objetivamente, y en términos absolutos, los trabajadores estamos peor hoy que ayer. Era necesario acometer esta reforma, eso es incuestionable, lo que denuncio es la hipocresía de las élites sindicales del país.
Existe una teoría no probada, pero que cada cierto tiempo cobra protagonismo en el debate político, según la cual los partidos de izquierdas son los mejores para gobernar en tiempos de bonanza, mientras que los de derechas lo son para hacerlo en tiempos de crisis. La izquierda, dicen, utiliza mejor el dinero cuando hay superávit, pero cuando el vil metal escasea, que vengan los de derechas porque son los que resuelven problemas. Estoy seguro de que todo el que lea estas líneas tendrá decenas de ejemplos que respaldan o contradicen el tópico, pero en el fondo tiene algún sentido. Unos sueñan con un mundo mejor, mientras que los otros construyen el mundo que es posible, aquí y ahora. Unos defienden ideas,
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